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Evgeny Sinitsyn, Olesia Sinitsyna

El misterio de la creación de los genios.  Rusia, Novosibirsk, 2004.

El genio es una fuerza de la compensación en la sociedad

 

Todavía una propiedad de de la genialidad, sin la que no hay su valor para la humanidad es su papel  de la compensación. En este papel hay el proceso socialpsicológico que es no evidente y casi escondido, es un proceso de la influencia mutua de las partes integrantes de la sociedad como del organismo íntegro vivo, él muestra por qué la naturaleza crea tales fluctuaciones esos picos de la conciencia humana. La compensación es necesaria que en el núcleo de la sociedad se encuentre el torbellino energético, capaz de asegurar el desarrollo del pensamiento humano. Muchas personas talentosas, - dice D'Israeli, - aparecerán antes que nacerá un genio excepcional, pues la genialidad como la fluctuación y el lanzamiento del espíritu humano y el pensamiento es necesaria para no dejar a la sociedad estancarse en las formas habituales, la genialidad debe cada día inquietar, no dar a la sociedad de la tranquilidad, debe desequilibrar.

El genio toma esta tensión mental de la revuelta sobre sí. Con esta tensión los genios asaltan los bastiones del pensamiento estancado de ignorancia y indiferencia de sentimientos a veces sacrificándose. El matemático grande y el compañero de Einstein - Hermann Weil repetía muchas veces en la conversación privada «que si las personas determinadas diez o doce personas hubieran muerto de repente, el milagro de la física moderna resultaría para siempre perdido para la humanidad. Los siglos era necesario adaptar el cerebro humano a los rompecabezas abstractos de la física teorética. Y cualquiera casualidad puede dispersar estas capacidades milagrosas de las que depende toda la técnica del futuro» (60, p. 315).

Por consiguiente, en las manifestaciones individuales de la genialidad se realiza la fuerza que es compensación de la armonía de los vuelos superiores del espíritu humano y la mente respecto a toda la vida mental de la persona. Raros, pero potentes picos de la genialidad son dispersados en el tiempo de la civilización milenaria. Este mecanismo colectivo autorregulador de la mentalidad humana que es la compensación actúa como el motor eterno de la existencia de la civilización. En esto se manifiesta la parte subjetiva-objetiva de las relaciones recíprocas del genio y la humanidad.

Cada uno de tres fundadores de las teorías fundamentales de la personalidad - Freud, Ádler y Jung - de una manera u otra - tocaban del fenómeno de la genialidad y sus aspectos separados.

Jung ha propuesto la concepción de la autoregulación de la mentalidad del individuo. Su esencia es que las funciones débiles mentales desplazadas por las funciones fuertes (diferenciadas) mentales en el inconsciente, resisten y no permiten a la persona hacerse unilateral. Es interesante la mirada de Jung respecto a la fuerza de las profecías creadoras que son la compensación. Jung creía que el pintor (en el sentido amplio) tiene la intuición del género especial engendrada por el colectivo inconsciente, esta intuición es un rasgo de los pensadores, profetas y jefes militares que viven en las épocas diferentes. Para cada una de estas épocas son propios los prejuicios y las propensiones que exigen la regulación con ayuda de la compensación. El inconsciente colectivo se realiza esta regulación, y el jefe militar, pensador, profeta o  escritor «se entrega a la voluntad del deseo de su tiempo que aún no expresado y por una palabra o un asunto indica la vía al logro de lo que ansían misteriosamente y esperan todos, independientemente de lo que lo llevará al bien o al mal, a la curación de la época o su destrucción».

Del mismo modo, suponiendo que en la base está la idea de Jung sobre la compensación, podemos afirmar que el genio es no el fenómeno simplemente raro en la sociedad humana - el genio, en realidad, es la compensación. El genio es necesario para autoregulación y compensación de la unilateralidad de sociedad. Por eso el papel compensatoria de los genios tiene tres aspectos: lo primero - la familiarización de la persona a la creación a través de la contemplación de las obras del arte; lo segundo - los genios indican la vía por la que se dirige la sociedad humana; lo tercero - la revuelta del pensamiento genial el que sostiene la presión de toda la masa de la sociedad humana. Todo esto como los soportes del puente echado a través del río de la historia el que debajo de la acción de la fuerza de gravedad aspira a derrumbarse, pero  soportes no lo permiten hacer. Esos soportes cumplen la función compensatoria del espíritu humano - oponerse a la potencia del mundo material. 

En el prefacio a su libro «la Historia del genio» D'Israeli lleva las palabras de Byron respecto a precio que tiene que pagar el genio por su don: «yo, en verdad no sé, si yo sería un genio, como usted quiera nombrarme, o no - pero diré solamente uno que la decisión de esta pregunta me preocupa poco. El título del genio se compra por muchos por demasiado caro precio, y su justicia no puede ser demostrada con claridad hasta que la posteridad no decida el asunto, pero la posteridad decide solamente entonces, cuando esta decisión no puede ya más preocuparnos» (30, p. 13). Valga la figura: el precio de la genialidad es un destino del genio.

En contexto, no es posible no mencionar las palabras de G. Allport: «Como con poca seriedad pensar sobre relación de Paster al premio o a la salud, a la comida, al sueño o a la familia como sobre fuente originaria de su fidelidad a su asunto. Él se olvidaba el tiempo largo de todo esto, esfumándose en el delirium tremens del trabajo de investigación científica. Y la misma pasión se ve en las historias de los genios los que en vida tan poco o en absoluto nada no  recibían como recompensa de sus trabajos» (95, p. 287).

Para algo medir, es necesaria la balanza, pero aquí sobre las copas están la influencia del genio en la sociedad y influencia de la sociedad en el genio, su felicidad y su desgracia, el arrebatamiento y la indiferencia, el reconocimiento y no reconocimiento, la gloria y el olvido, la vía difícil en  Olimpo de realizaciones, el éxito y la catástrofe. Sobre platillos de balanza están los acontecimientos de vida y la inmortalidad eterna. El equilibrio es de corta duración, la balanza se conmueve continuamente.

 Impresionan las privaciones y los sufrimientos a través de que pueden pasar los genios en su vida. El dios de música Mozart era enterrado en la tumba general. Musorgsky ha muerto del alcoholismo, no habiendo recibido el reconocimiento. Detrás del ataúd de Stendal iban solamente tres personas. Lermontov se ha echado bajo la pistola por su voluntad, - escribía Alexander Block. La poesía «A la muerte del poeta» fatalmente ha predestinado su destino.

El choque de la masa y el genio balancea los platillos de balanza, todavía un poco y esta masa pesada habrá perturbado para siempre el equilibrio de balanza. La filosofía del precio de la genialidad está determinada por la contradicción entre el poder devoradoro del complejo creador del genio el que avasalla su personalidad y por la aspiración a libertad personal y espiritual. Las cadenas de este extraño implacable ante otras influencias - del estado del alma genial - no son rotas. Pero por suya "esclavitud" el genio paga el precio alto personal. Desde todas partes la genialidad es rodeada por el destino. Si la sociedad estima las creaciones del genio altamente, su destino es benévolo. Si sobre el platillo de balanza predominan todos los factores de la alienación, el final trágico es decido de antemano.

En comprender conforme a cuales leyes vive el genio hay una suposición que él (genio) vive según las leyes propias y su Yo potente creador dirige por su mentalidad, en otras palabras, su complejo autónomo psiconeurofisiológico es tal fuerza la que dirige por cada uno de los genios. Y no coincidencia de las leyes de vida con las leyes de creación predetermina a menudo el destino del genio en la sociedad. Cuando uno supera a la masa, el instinto de conservación o la necesidad colectiva en seguridad advierte, y entonces la masa pone en marcha los mecanismos de autodefensa. Estos mecanismos la inducen a la resistencia inconsciente y consciente, y en algunos casos hasta la destrucción del factor irritante. Así surgen todos aquellos factores los que se encuentran sobre platillos de balanza a la derecha y amenazan constantemente.

El instinto de conservación del genio, al contrario, ante el ímpetu (arebato) creador puede debilitarse. El mundo inconsciente e irracional, sobre el que escribía mucho E.Fromm, es capaz de aplastar a veces la razón de la persona. La fuerza potente inconsciente creadora del genio no menos que la energía de los instintos, ella entra en la lucha encarnizada con otra capa inconsciente, en que es concentrada la energía de las fuerzas destructivas. Hasta dentro de los límites del peligro el instinto de conservación del genio no puede vencer su aspiración a la creación. Y en este aspecto el precio de la creación es más alto de otras propiedades de su personalidad. El genio vive hasta que él cree.

«Cogito ergo sum», - ha dicho Dekart. Esto es la fuerza que está elevando todos los genios sobre los instintos y dada a las personas raras. Pero viene un momento trágico, cuando el sufrimiento sobre la inevitabilidad del fin de vida creadora supera el sufrimiento sobre el fin inevitable de vida biológica. Las fuerzas creadoras del genio ante la cara de la muerte que se aproxima aumentan. Los ejemplos numerosos confirman este pensamiento.

El matemático genial francés Évariste Galois, presintiendo su pérdida, por la noche ante duelo ha descrito sus conjeturas que han avanzado al matemático para cientos años.

La filosofía existencial habla que la esencia humana se manifiesta en la situación extrema. M. Tibaldi Chiesa ha descrito las últimas horas de vida de Paganini: «Con todo, antes de morir, él tocaba el violín una vez más. Una vez por la tarde, al sol puesto, estaba sentado cerca de la ventana en su dormitorio. El sol poniente ha iluminado las nubes por los resplandores de oro y purpúreos, … Paganini ha dirigido la mirada al retrato hermoso de lord Byron que colgaba cerca de su cama. Él se ha inflamado y, pensando sobre un gran poeta, su genialidad, gloria y desgracias, empezaba a componer el poema más hermoso musical que era creado alguna vez por su imaginación... El Músico ha acabado apenas la última frase melódica de este drama asombroso, como de repente el arco ha quedado inmóvil de repente en sus dedos que hielan... Es el último chapoteo de la inspiración ha destruido su cerebro» (81, p. 327).

La paradoja trágica: cuanto más los esfuerzos creadores emplea el genio en últimos meses de su vida, tanto se reduce más rápidamente su vida biológica y tanto mas lejos él se va en la inmortalidad y tanto más alto se hace el precio de su don genial. Mozart moribundo, tendiendo las fuerzas, compone el Réquiem inmortal. ¿En cuánto esto ha reducido sus últimos días? Ya en sobre el umbral de la muerte Mozart escribe una carta trágica a su amigo L. da Ponte: «continúo trabajar: componer la música a mí me parece menos extenuativo. El fantasma de la muerte me persigue en todas partes. Lo veo ante mi constantemente; este fantasma me invita por sí, persuade, repite que debo trabajar solamente para él» (17, p. 738).

La imaginación del escritor D.Weiss («Sacred and profane») ayuda comprender el fenómeno de la tragedia de la creación: «… por el esfuerzo enorme de la voluntad Wolfgang se ha hecho sentarse por la mesa y ponerse al concierto para el clarinete. Él trataba de controlarse, y no estar nervioso, eso podía reflejarse en una obra, - y escribía la música de belleza celeste, …se ha enfrascado en el trabajo; el concierto para el clarinete era casi acabado, cuando Wolfgang de repente ha perdido el sentido» (17, p. 735).

Comprendiendo que la vida se va, continúan trabajar con aún furia grande. Irving Stone describe los últimos días de anciano Michelangelo Buonarroti: «Si yo tuviera en la reserva todavía diez años, aunque hasta cinco, - ha dicho Michelangelo a la estatua, - crearía una completamente nueva escultura por el espíritu. De repente era cubierto con la oscuridad. Dentro de algunos minutos ha vuelto al sentido, pero sus pensamientos se embrollaban. Él ha tomado de nuevo en las manos el cincel, ha fijado los ojos en transparente - como si luminoso Cristo. Él ya no podía concentrar su atención, no sabía adonde dirigir el corte del cincel... Tras dos días, cuando estaba ante el mármol, ideando cortar todavía una mano para que se haya liberado es más claro el cuerpo alargado de Cristo, era atacado con un nuevo golpe. Él ha dejado caer el martillo y cincel, echa a andar a duras penas, tropezando a la cama y ha caído a las rodillas» (79, p.302).

El presentimiento trágico del fin próximo biológico obliga, tensando los restos de sus fuerzas físicas, realizar el sentido superior de vida el que no puede ser cumplido nunca hasta el fin. Cuando la vida se acaba, entonces superando la enfermedad y perdiendo las fuerzas, se apresuran hacer todavía. Si algo acaba la creación», - escribe A. Camus, - esto no el grito victorioso del pintor cegado por las ilusiones: «Yo he dicho todo». Pero la muerte del creador la que pone el fin a su experiencia y a su genialidad» (37, p.87).

En vida los genios a menudo no oponen resistencia al destino, las circunstancias exteriores rompen su mentalidad y disminuyen las fuerzas físicas. Las circunstancias fatales de vida mental de los genios son vinculadas más bien con lo que su voluntad puede ser expuesta en dos componentes: el primero - es la voluntad la que se da a conocer en relaciones con las personas y el segundo - es la voluntad en superación a sí mismo. Superarse es mucho más difícil. Es el destino de pocos. Para  los genios es la voluntad que les conduce en el flujo de los obstáculos. Solamente durante las guerras ciertos héroes hasta ante la cara de la muerte inminente realizan los actos volitivos que no dependen del instinto de conservación. Y, parecía que, el infortunado Schubert sin voluntad, siendo enfermo incurable, arrastrando la vida de mendigo, compone la música genial.

Si en balanza poner el destino, la vida del genio, el precio de su don ante la humanidad es medido en su gran futuro, es decir, que el genio deja en sus creaciones después de sí.

¿Y con todo: qué es esta manifestación misteriosa de la mentalidad humana, lo incomprensible para las personas regulares un estado somnámbulo especial, cuando las fuerzas creadoras desconectan en la persona todo excepto el deseo de crear?

En la poesía de Lermontov «El gladiador moribundo» sobre el platillo de balanza están: el valor y la muerte, la crueldad de muchedumbre y la libertad de llamada:

 

Exulta Roma violenta...

… Coronan por elogio la victoria y la deshonra...

¿Qué para nobles y muchedumbre el gladiador derribado?

Está desdeñado y olvidado... un actor que es silbado.

 

El genio del poeta penetra en las profundidades del mundo contradictorio humano. El gladiador es la metáfora sobre las cadenas de la persona creadora que no se ha asustado levantarse sobre su ambiente, por eso el pago por el valor está grande y el castigo está inevitable, y el gladiador-poeta muere. Lermontov era el fatalista y presentía su fin próximo. El refugio del poeta - es su partida en «Yo» interior, el salvamiento en soledad. La realidad de la vida y la mística del destino, la imaginación y el pensamiento, se conmueven sobre el platillo de balanza con el éxito variable. Esto es la compensación de los comienzos opuestos, su choque y unión. 

El pensador cristiano Vladímir Soloviev interpreta el precio de la genialidad de otro modo que la comprendía Lermontov. V.Soloviev escribe: «Con otras palabras, el orgullo para la persona es la primera condición para nunca hacerse el superhombre, y la humildad es la primera condición para hacerse el superhombre; por eso decir que la genialidad obliga hacia la humildad, significa solamente decir, la genialidad obliga a hacerse por el superhombre. Para Lermontov era más fácil cumplir esta obligación por que él con todo su demonism, siempre creía en aquello que es más alto y mucho mejor que él, y en otros minutos claros hasta sentía lo mejor sobre sí» (77, p. 288).

V.Soloviev creía que el poeta es obligado a irse del poder del demonio del orgullo: «Sí, esto es mal, sí esto ruinmente, pero tu eres el genio, eres más alto que los simples mortales, pero tu eres el genio, para ti todo es posible, tienes de nacimiento el privilegio quedarse alto en bajeza …» (77, p. 288) En artículo sobre el destino de Pushkin Soloviev pone a Pushkin el mismo reproche serio - el precio de la genialidad – ser es más alto de las pasiones ordinarias. Y Pushkin mismo da a la humanidad la misma pregunta sacramental: «¿el Genio y la maldad dos cosas no comunes?».

Para unos genios el destino fue trágico, otros tenían destino feliz. Si hacer una pregunta: ¿todo esto sólo la coincidencia de circunstancias casuales o hay la ley especial: ¿cómo obtener éxito y  reconocimiento? ¿Por qué muchos genios tenían la vida tan corta? Galois ha muerto en 21, Lermontov se ha perdido en 26, no han llegado hasta cuarenta años Pushkin y Byron, no ha vivido hasta la vejez Gógol. Pero hay unos ejemplos únicos de la longevidad de las personas geniales: Verdi creaba hasta 80 años, Michelangelo - hasta 90 años. Es el tema de la investigación separada que exige los datos numerosos - datos del carácter socialpolítico e psicológico. Y los genios mismos, son desgarrados por las contradicciones interiores, no saben cuales fuerzas contienen sus creaciones geniales.

Los descubrimientos geniales de los científicos modernos mostraron de repente al mundo las fuerzas demoníacas. ¿Si sería medido el precio de las profecías geniales? Desde el tiempo de la profecía  fundamental de Freud sobre la inevitabilidad de las guerras ha pasado mucho tiempo, pero vemos que el profeta tiene razón. La civilización moderna ha alcanzado el nivel altísimo técnico y ha creado el arma perfecto para la destrucción de gente. Muchos científicos geniales han aplicado a esto la voluntad indómita a la creación. Los genios de ciencia pesaban el precio del don genial ya no solamente sobre balanza del conocimiento, descubrimientos, creación de las nuevas teorías y  tecnologías, sino también sobre balanza del mal.

Freud ha dicho: «A veces, cuando oímos sobre los acontecimientos monstruosos en historia, surge la impresión que ideales motivos eran sólo por el motivo para el desenfreno de las pasiones destructivas» (89, p. 333). No podemos irnos de esta pregunta eterna profética dada por Pushkin: «Mozart: Él es un genio, como tu y yo, el genio y la maldad dos cosas no comunes. ¿No es verdad?».

Leyendo Fromm, no podemos pasar la cita de un pensamiento brillante del humanista de nuestro tiempo de Luis Mumford que fue hecho por él: «Megamáquina es un sistema social que íntegramente organizado y homogéneo  en el que la sociedad como tal funciona como máquina, y las personas - como sus partes. Es el tipo de la organización con su coordinación total: con el aumento constante del orden, el poder, la previsibilidad y el control total» (92, p. 241).

La unilateralidad y la tendencia se fracciona por los niveles, el papel de las funciones mentales se hace cada vez más primitivo, y el inconsciente como la parte y el mecanismo regulador de la mentalidad, como necesidad de la compensación y la armonía se va lejos hacia adentro, la conciencia del individuo se convierte en el pensamiento unilateralmente dirigido. En este mecanismo que destruye la individualidad ha caído la mentalidad de la persona moderna.

¿Que se hace por el resultado de tal dominio implacable de la unilateralidad?

En el escorzo de estas representaciones no es posible no hacer una pregunta paradójica: ¿que es el motor eterno de este megamáquina de la sociedad moderna? ¿La conciencia colectiva, sobre que «alguien» retiene el control? ¿Cómo todo esto funciona, quién este «alguien» poderoso? Ese «alguien» puede ser la ausencia de la compensación en la masa de la sociedad humana. La persona se adapta, no tiene dudas, no hay lucha del sentimiento y el pensamiento, la intuición y la sensación. Todo está estandartizado. Toda la variedad de la vida es sacrificada a la unilateralidad y la monotonía mecanicística.

Todos los grandes pensadores pronosticaban la crisis espantosa de tal sociedad unilateral. Como notaba Fromm, a pesar de que muchos de ellos seguían las miradas opuestas y el conservador Dizraeli, y el socialista Marx, y el ilustrador J. Stuart Mill - todos ellos advertían que la persona se hace débil, siendo avasallada por su propia avidez la que más y más se aumenta (92, p. 240).

J. Stuart Mill escribía: «Confieso, no me forjo ilusiones a la cuenta del ideal vital propuesto por los que piensan, como si el estado normal para la sociedad humana es una lucha por prosperidad; como si hollar y aplastar uno a otro, abrirse paso codeando y pisar los talones uno a otro que e compone el tipo de la vida pública que existe – esto es más deseable suerte para la humanidad o nada más que los síntomas desagradables de uno de las etapas del progreso industrial» (92, p. 240).

Einstein escribía que las cualidades morales de la persona genial tienen, probablemente, el significado lo más para su generación y para todo el curso de la historia que los logros puramente intelectuales que dependen de la grandeza del carácter más que es costumbre suponer.

 

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